sábado, 20 de mayo de 2017

Ovidio y Pedro Sánchez de Viana: Dafne y Apolo


DAFNE Y APOLO
Metamorfosis, Libro I, 452-567

Dafne Peneya [1] fue la que clavaba
Y primero clavó con pena extraña
A Febo, de quien siempre se quejaba.
Y no fue acaso, no, sino por maña
E ira del amor, que no oye ruego,
Cuya saeta al cielo y mundo daña.
Viole con arco y flechas Delio luego
Que había muerto al dragón, y de esta suerte
Habló con presunción al niño ciego,
Que causa fue de su dolor tan fuerte:

«Rapaz desvergonzado, di, ¿qué tiene
Que ver con esas armas tu persona?
El arco y flechas sólo a mí conviene,
Que sé con ellas adquirir corona;
Cuya diestra soberbia agora viene,
Y por su causa el mundo me corona,
Pues sabe herir las fieras y enemigo.
¿Qué tienes tú, rapaz, que ver conmigo?

»El arco, las saetas, el aljaba
Convenirme a mí solo es más que cierto,
Pues agora a Pythón, que sojuzgaba
El medio monte, he con ellas muerto.
Tú trama tus enredos con la brava
Hacha de amor en quien no esté despierto.
No quieras nombre, no, con obra ajena,
Que la alabanza tal a nadie es buena.»

«Tu arco clave (dijo el dios Cupido)
A cuantos tú quisieres; mas yo quiero
Quedes de mi saeta agora herido.
Vendrás a confesar, según espero,
Ser mi valor en tanto más crecido
Que el tuyo, y mi poder más verdadero,
Cuanto los animales a quien hieres
Menores son que tú, que Febo eres.»

Diciendo de esta suerte, por el viento
Con sus ligeras alas va volando.
Sobre Parnaso para en un momento,
Dos flechas del aljaba aparejando
Diversas en efecto y en figura,
Desdén la una, otra amor causando.
La que en causar amor no tiene cura,
Es muy aguda y de oro rutilante;
Es la otra de plomo, bota obscura.
Con ésta hirió Cupido en el instante
A la Peneya ninfa. La dorada
Clavó en el dios Apolo nuevo amante.
El ama, ella va como espantada
Del hombre de quien la ama de contino,
A casa sumamente aficionada.
Siguiendo va el intento y el camino
De Delia, casta diosa. Con tocado
Vendando su cabello de oro fino.
Aunque la piden muchos, han quedado
Menospreciados de ella, que en las fieras,
Bosques y montes pone su cuidado.
Ni cura del Amor ni sus maneras,
Ni de las bodas cura, ni Himeneo,
Huyendo de los hombres muy de veras.
Decíala el padre: «Hija, ya deseo
Tener un yerno; nietos ver querría;
Pues me los debes, cumple mi deseo.»
Mas ella, a quien delito parecía
Casarse, de vergüenza se bañaba
Con color que la rosa obscurecía,
Y con palabras blandas suplicaba
Al muy amado padre consintiese
Guardar virginidad, como pensaba.
Y para que mejor lo concediese,
Le dijo haberla Febo concedido
Que, como deseaba, casta fuese.
El padre consintió. Mas no ha querido
Consentir tu belleza tan sobrada,
Que a tu tan santo celo ha resistido.
Era de Febo Dafne deseada;
Espera de gozarla, y al presente
Su profecía se hallará burlada.
Cual se prenden las pajas de repente,
Quitadas las espigas, con la brasa
Que al valladar se enciende prestamente,
Cuando algún caminante a dicha pasa
Y pega fuego, o deja allí la llama,
Saliendo el sol de su dorada casa;
Ansí en amor el rubio dios se inflama,
Y en esperanza funda sus cuidados;
Remedio sólo a quien de veras ama.
Contempla los cabellos no trenzados,
Dice entre sí: « Si así son excelentes,
¿Qué fueran si estuvieran bien peinados?»
Ve aquellos ojos tan resplandecientes
Cual dos luceros claros, rutilantes,
Su boca y sus mejillas refulgentes.
Alaba aquellos brazos elegantes,
Más que hasta la mitad arregazados,
Divinas manos, dedos semejantes.
Imagina los miembros ocultados,
Y juzga ser mejores. Ella huye
Que los vientos serían atrás dejados,
Cuyo desdén al amador destruye.

«Oh hija (dice Febo) de Peneo,
Espérate, suplico; Ninfa, espera;
No soy yo tu enemigo, ni deseo
Enojarte, aunque me eres cruda y fiera.
Cual cierva del leopardo, y al deseo
Del fiero lobo huye la cordera,
Y la paloma al águila, de esa arte
Procuras de mis manos escaparte.

»Amor me da de espuelas a seguirte;
Triste Ío, ¿por qué huyes tan de veras?
Mira no caigas, que podrán herirte
Tus blancas piernas las espinas fieras.
Las partes por do tú pretendes irte
Fragosas son. Suplícote que quieras
Ir tu ligero curso deteniendo,
Irete más despacio yo siguiendo.

»Pero con todo eso considera
A quién ha satisfecho tu belleza:
No soy pastor, ni en la montaña fiera
Ganado guardo, oficio de bajeza.
Por no saber quién soy y mi manera,
Huyes de mí con tanta ligereza;
Quizá si mi persona conocieras,
Me esperaras, o al menos no huyeras.
Claros, Tenedos, Delfos y Patara [2]
Me sirven; es mi padre verdadero
El sumo Jove; por mí se declara
Lo pasado, presente y venidero.
La música inventé sonora y rara;
En tirar una flecha soy certero.
¡Mas ¡ay! que más lo es el que con ira
Clavó mi simple pecho con su vira!

»Remediador me llama todo el mundo;
Es invención, la medicina, mía;
De las hierbas yo sé el poder profundo;
Mas no quitan las hierbas la porfía
De amor. ¡Ay, triste yo, que me confundo
Viendo que estoy penando de tal vía,
Que mis artes, que son a todos medio,
No puedan a su dueño dar remedio!»

Quisiera más hablar; pero huyendo
La hija de Peneo va sin tiento,
Entonces aun hermosa pareciendo.
Alzábanse sus faldas con el viento,
Movíanse sus cabellos de oro fino,
Tomaba su belleza huyendo aumento;
Mas el mancebo y amador divino,
No pudiendo sufrir lo que perdía,
Tras ella apresuraba su camino.
Y de la misma suerte la seguía
Que suele el galgo vista en campo raso
La liebre y corren ambos a porfía.
Aqueste procurando con su paso
Cogerla; pero ella muy ligera
Pretendiendo escapar del duro caso.
Que el uno, semejante a quien tuviera
La presa que creía estar cogida,
Aprieta el diente fiero en gran manera;
La otra está dudosa de su vida,
Y escapa de la boca codiciosa
De quien se vio besada y no prendida.
Tal iba Apolo, tal la Ninfa hermosa:
A él hacía ligero la esperanza,
A ella hacía el temor ir presurosa.
Mas el que va siguiendo sin mudanza,
De las alas de Amor favorecido,
Es más ligero, y casi ya la alcanza.
Y sin dejar holgar la que ha seguido,
La tiene casi asida, resoplando
El oro en sus espaldas esparcido.
Mas ella con flaqueza desmayando,
De tan veloz carrera fatigada,
Ante las aguas de su padre estando,
De esta manera habló desconsolada:

«Favor, amado padre (si los ríos
Podéis favorecer), favor te pido;
Sorba la tierra ya los miembros míos
Con que tan bella Ninfa he parecido.
Y si a tan justo ruego das desvíos,
No me queriendo dar atento oído,
Transfórmame a lo menos la figura
Que me sirvió de daño y desventura.»

Su blando ruego apenas acabado,
De espasmo se ocupó su gentileza,
Habiéndola el sentido ya faltado.
Rodea sus entrañas la corteza,
Hojas son los cabellos, verdaderos
Gajos son ya los brazos de belleza.
Los pies agora, agora tan ligeros,
A la tarda raíz están asidos;
El rostro son los ramos postrimeros.
Y sólo está en los miembros convertidos
El resplandor que enantes poseía,
Y aun tiene al dios Apolo sin sentidos,
Que la diestra en el tronco puesto había,
Y parecía sentir el casto pecho
Que en la corteza nueva se escondía.
Y abrazado a sus ramas, sin provecho
Besa el madero, el cual aún rehusaba
Los amorosos besos con despecho,
A quien el sacro Febo comenzaba:

«Pues que mujer no puedes ser ya mía,
Serás, Laurel, mi árbol de contino;
Honrarás mi cabeza desde hoy día,
Desde este punto ansí lo determino.
Mi arpa ni mi aljaba no podría
Cobrar otro ornamento más divino:
Serás señal honrosa de victoria
Al capitán triunfante, y suma gloria.
Ante el palacio augusto, la portera [3]
Serás perpetuamente, muy hermosa;
Veraste al roble antiguo ser frontera,
De todas alabanzas abundosa
Y como gusto yo de cabellera,
También serás contino tú frondosa.
Y como yo soy mozo, tu figura
Será dotada siempre de verdura.»

Había dicho Febo, y abajado
Lo más alto el laurel ha consentido,
Que en lugar de cabeza lo ha inclinado.




Primus amor Phoebi Daphne Peneia, quem non
fors ignara dedit, sed saeua Cupidinis ira,
Delius hunc nuper, uicta serpente superbus,
uiderat adducto flectentem cornua neruo
« Quid » que « tibi, lasciue puer, cum fortibus armis ? »
dixerat : « Ista decent umeros gestamina nostros,
qui dare certa ferae, dare uulnera possumus hosti,
qui modo pestifero tot iugera uentre prementem
strauimus innumeris tumidum Pythona sagittis.
Tu face nescio quos esto contentus amores
inritare tua, nec laudes adsere nostras ! »
filius huic Veneris  : « Figat tuus omnia, Phoebe,
te meus arcus » ait ; « quantoque animalia cedunt
cuncta deo, tanto minor est tua gloria nostra. »
Dixit et eliso percussis aere pennis
inpiger umbrosa Parnasi constitit arce
eque sagittifera prompsit duo tela pharetra
diuersorum operum : fugat hoc, facit illud amorem ;
quod facit, auratum est et cuspide fulget acuta,
quod fugat, obtusum est et habet sub harundine plumbum.
Hoc deus in nympha Peneide fixit, at illo
laesit Apollineas traiecta per ossa medullas ;
protinus alter amat, fugit altera nomen amantis,
siluarum latebris captiuarumque ferarum
exuuiis gaudens innuptaeque aemula Phoebes :
uitta coercebat positos sine lege capillos.
Multi illam petiere, illa auersata petentes
inpatiens expersque uiri nemora auia lustrat
nec, quid Hymen, quid Amor, quid sint conubia curat.
Saepe pater dixit : « generum mihi, filia, debes »,
saepe pater dixit : « debes mihi, nata, nepotes ».
Illa uelut crimen taedas exosa iugales
pulchra uerecundo suffuderat ora rubore
inque patris blandis haerens ceruice lacertis :
« Da mihi perpetua, genitor carissime, » dixit
« uirginitate frui ! dedit hoc pater ante Dianae ».
Ille quidem obsequitur, sed te decor iste quod optas
esse uetat, uotoque tuo tua forma repugnat.
Phoebus amat uisaeque cupit conubia Daphnes,
quodque cupit, sperat, suaque illum oracula fallunt,
utque leues stipulae demptis adolentur aristis,
ut facibus saepes ardent, quas forte uiator
uel nimis admouit uel iam sub luce reliquit,
sic deus in flammas abiit, sic pectore toto
uritur et sterilem sperando nutrit amorem.
Spectat inornatos collo pendere capillos
et « quid, si comantur ? » ait. Videt igne micantes
sideribus similes oculos, uidet oscula, quae non
est uidisse satis ; laudat digitosque manusque
bracchiaque et nudos media plus parte lacertos ;
si qua latent, meliora putat. Fugit ocior aura
illa leui neque ad haec reuocantis uerba resistit :
« Nympha, precor, Penei, mane ! Non insequor hostis ;
nympha, mane ! Sic agna lupum, sic cerua leonem,
sic aquilam penna fugiunt trepidante columbae,
hostes quaeque suos : amor est mihi causa sequendi !
Me miserum ! Ne prona cadas indignaue laedi
crura notent sentes et sim tibi causa doloris !
Aspera, qua properas, loca sunt : moderatius, oro,
curre fugamque inhibe, moderatius insequar ipse.
Cui placeas, inquire tamen : non incola montis,
non ego sum pastor, non hic armenta gregesque
horridus obseruo. Nescis, temeraria, nescis,
quem fugias, ideoque fugis : mihi Delphica tellus
et Claros et Tenedos Patareaque regia seruit ;
Iuppiter est genitor ; per me, quod eritque fuitque
estque, patet ; per me concordant carmina neruis.
Certa quidem nostra est, nostra tamen una sagita
certior, in uacuo quae uulnera pectore fecit !
Inuentum medicina meum est, opiferque per orbem
dicor, et herbarum subiecta potentia nobis.
Ei mihi, quod nullis amor est sanabilis herbis
nec prosunt domino, quae prosunt omnibus, artes ! »
Plura locuturum timido Peneia cursu
fugit cumque ipso uerba inperfecta reliquit,
tum quoque uisa decens ; nudabant corpora uenti,
obuiaque aduersas uibrabant flamina uestes,
et leuis inpulsos retro dabat aura capillos,
auctaque forma fuga est. sed enim non sustinet ultra
perdere blanditias iuuenis deus, utque monebat
ipse Amor, admisso sequitur uestigia passu.
Vt canis in uacuo leporem cum Gallicus aruo
uidit, et hic praedam pedibus petit, ille salutem ;
alter inhaesuro similis iam iamque tenere
sperat et extento stringit uestigia rostro,
alter in ambiguo est, an sit conprensus, et ipsis
morsibus eripitur tangentiaque ora relinquit :
sic deus et uirgo est hic spe celer, illa timore.
Qui tamen insequitur pennis adiutus Amoris,
ocior est requiemque negat tergoque fugacis
inminet et crinem sparsum ceruicibus adflat.
Viribus absumptis expalluit illa citaeque
uicta labore fugae spectans Peneidas undas :
« Fer, pater, inquit, opem ! Si flumina numen habetis,
qua nimium placui, mutando perde figuram ! ».
Vix prece finita torpor grauis occupat artus,
mollia cinguntur tenui praecordia libro,
in frondem crines, in ramos bracchia crescunt,
pes modo tam uelox pigris radicibus haeret,
ora cacumen habet : remanet nitor unus in illa.
Hanc quoque Phoebus amat positaque in stipite dextra
sentit adhuc trepidare nouo sub cortice pectus
conplexusque suis ramos ut membra lacertis
oscula dat ligno ; refugit tamen oscula lignum.
Cui deus : « At, quoniam coniunx mea non potes esse,
arbor eris certe » dixit « mea ! Semper habebunt
te coma, te citharae, te nostrae, laure, pharetrae ;
tu ducibus Latiis aderis, cum laeta Triumphum
uox canet et uisent longas Capitolia pompas ;
postibus Augustis eadem fidissima custos
ante fores stabis mediamque tuebere quercum,
utque meum intonsis caput est iuuenale capillis,
tu quoque perpetuos semper gere frondis honores ! »
Finierat Paean : factis modo laurea ramis
adnuit utque caput uisa est agitasse cacumen.

NOTAS de la edición de 1887.
NOTA 1: Peneya, de Peneo, río que nace en la falda del Pindo y atraviesa la Tesalia de Occidente a Oriente. En sus orillas crece frondoso el laurel, y esto sin duda dio origen a la fábula de Daphne, nombre griego que significa laurel.
NOTA 2: Claros llamábase una isla del mar Egeo, inmediata a Colophón. En ella había un templo célebre y un oráculo de Apolo. Tenedos, otra isla del mar Egeo, entre Mytilena y el Helesponto, inmediato a Troya. Adoraban en ella a Apolo con el nombre de Smyntheus. Patara, pueblo de la Lycia en el Asia menor.
NOTA 3: Creen muchos comentadores que delante del palacio de los Césares había plantada una encina entre dos laureles (Ovidio , Tristes, lib. I, 3. Valerio Máximo, libro XI, c. 3).
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